Un estudio de Google, titulado El futuro de las aulas de clase, encontró que el diseño de los espacios educativos —que incluye el color, el mobiliario, la iluminación y la acústica— influye directamente en el rendimiento de los estudiantes. De hecho, un diseño inadecuado puede mermar el aprendizaje en un 16%.
Las aulas de clase con diseños atractivos y flexibles, que se adaptan a las nuevas formas de interacción, aprendizaje y comunicación, mejoran hasta 73% el rendimiento de los estudiantes, de acuerdo con un estudio realizado por Edutopia en 2018.
Optar por mobiliario multifuncional, permitir la movilidad de los alumnos en espacios adaptados a cada dinámica de enseñanza y dejar atrás la concepción de que el estudiante solo está para sentarse en filas a escuchar, harán que los ambientes de aprendizaje sean más creativos, colaborativos e interdisciplinarios, con los estudiantes en el centro del proceso.
Cuatro tendencias definirán el diseño de espacios educativos para 2020. La apuesta es por la autonomía, el trabajo en equipo y el uso de las tecnologías digitales:
1. Crear entornos de aprendizaje diferenciados y versátiles
Sentar a los estudiantes en pupitres con vista a la pizarra hace que se desmotiven y se aburran, asegura Rosan Bosch, artista holandesa que trabaja con el diseño y la arquitectura para crear entornos de aprendizaje diferenciados.
Derribar las paredes, crear estaciones de aprendizaje variadas (para sesiones individuales o en grupo, para concentrarse y hasta para descansar) en las que los estudiantes deciden cómo aprender, y pensar en espacios colaborativos son alternativas de diseño adaptadas a las nuevas tendencias educativas. Entre otros objetivos, se espera que los estudiantes sean más responsables de su aprendizaje, se trabaja en las relaciones interpersonales y se busca despertar la curiosidad por adquirir nuevos conocimientos.
“El diseño colaborativo beneficia a los maestros para gestionar grupos, alentar el aprendizaje entre pares y aprender diferentes habilidades”, explica Vikas Pota, presidente de TMRW Digital, una firma que busca mejorar la educación en todo el mundo.
Para Rosan Bosch, los niños no necesitan reglas rígidas sino entornos que les permitan moverse, interactuar y descansar. “El diseño cambia la forma de pensar, funcionar y reaccionar”, señala.
2. Optar por mobiliario flexible
Para que los estudiantes elijan dónde aprender y se sientan motivados en las diversas estaciones de trabajo, es necesario contar con muebles variados, flexibles y cómodos, como mesas y pizarras reconfigurables o movibles, capaces de optimizar el uso del espacio y satisfacer las necesidades tanto de profesores como de estudiantes. También son útiles las sillas con ruedas que facilitan el cambio de posición y las mesas con puntos de conexión electrónica.
“El mobiliario alienta nuevas formas de usar los espacios”, sostiene Bosch. “Existen mesas para el trabajo colaborativo; hay espacios que llamamos cuevas, en los que hay mayor concentración. O cima de la montaña, donde el mobiliario está hecho para dar una charla magistral corta y en el que todo el mundo puede ver al orador”.
3. Fomentar el uso de la tecnología
Con tecnologías inmersivas (como las realidades aumentada, virtual y mixta) los estudiantes aprenden de forma interactiva, pues se pueden simular situaciones de la vida real. Aplicaciones como Unimersiv pueden, por ejemplo, recrear la antigua Grecia, explicar el funcionamiento de una máquina o realizar una visita virtual a un país.
Lo ideal es que los espacios se adapten a la tecnología: para ello se debe contar con redes y cableados para la conexión, disponer mesas cómodas para que los estudiantes usen sus propios dispositivos (tabletas, teléfonos, laptops) e incluir herramientas como pantallas de pared interactivas, proyectores, paneles táctiles, micrófonos, luces y cornetas, de manera que el contenido pueda compartirse en la sala y se realicen diferentes actividades de aprendizaje.
4. Aprovechar el espacio, más allá de las aulas.
El aprendizaje puede completarse más allá de las aulas, pues la inspiración se despierta en cualquier lugar y momento. De allí que los diseñadores deben superar el enfoque tradicional, que solo aprovecha el espacio designado para el aula. En este sentido, los pasillos pueden convertirse en pasarelas de aprendizaje, las escaleras en anfiteatros y las áreas comunes en salones de aprendizaje; además, en los vidrios se puede colgar material de interés. Cada superficie puede transformarse con éxito en un terreno fértil para el estudio.
Para la filosofía de este nuevo tipo de diseño los estudiantes y los docentes no son los que deben adaptarse al espacio: es el espacio el que debe adaptarse a las necesidades pedagógicas.
Los avances tecnológicos, las habilidades laborales que demanda el siglo XXI y las expectativas de la nueva generación de alumnos han cambiado el proceso de aprendizaje, en el que la reorganización de los espacios educativos cobra un papel fundamental. En este sentido, actualmente se diseñan aulas flexibles y versátiles que permiten el aprendizaje constructivo, experimental y activo. En ellas los estudiantes pueden procesar colectivamente la información y los docentes actúan como guías para proponer actividades que estimulen el conocimiento, la curiosidad y las ganas de participar.